El vino en el Imperio Romano

Los romanos en el 200 a.C. consideraban el vino un producto de primera necesidad. El vino en el Imperio Romano se utilizaba en la cocina y se convierte en una importante actividad económica y de desarrollo tecnológico.

Así los romanos trabajaron en el cultivo y elaboración del vino, adquiriendo sus primeras nociones sobre cultivo de la vid y vinificación de pueblos técnicamente mucho más adelantados que ellos por aquel entonces: etruscos, griegos y cartagineses. Con dios propio Baco, símbolo de la festividad asociada al consumo de vino, también se adapto del dios griego del vino Dioniso.

El primer mosto era mezclado con miel Mulsum y servido al comienzo de los banquetes. El Mostum, era solo zumo de uva. El Merum adquiría el grado de vino puro, zumo de uva fermentado sin aditivos en grandes tinajas de barro. La maceraciones con hierbas para proporcionarles aromas corría a cargo del vinatero, que también guardaba parte de la cosecha en ánforas durante 15 o 25 años para madurar el vino.

Plinio el Viejo, en su obra Naturalis Historiae, dedica un libro describir las diferentes variedades de uva existentes en la época, y cuenta que ya se elaboraban más de medio centenar de vinos distintos. Los romanos experimentaban con el aroma de los vinos, por lo que poseían distintas técnicas para mejorar el buqué del vino. El más apreciado era el vino blanco y era símbolo de riqueza, poder y lujo; el tinto estaba destinado a las clases sociales más bajas. También existía la costumbre heredada de los griegos, de diluir el vino con agua a la hora de servirlo, para reducir su poder alcohólico y consumir mayores cantidades.

El vino en el Imperio Romano ya destacaba por las propiedades saludables que proporciona. El médico Galeno recetaba con regularidad vino y remedios basados en el vino para mejorar la salud del emperador.

Por implicaciones religiosas, sociales y medicinales se generalizó el consumo de vino por todas las capas de la sociedad, democratizándose su consumo.